En los platos de la Dieta Atlántica cobran protagonismo los pescados y mariscos, que suelen ser el ingrediente principal de nuestros platos y una de las razones por las que esta dieta es tan prometedora. Además de aportar proteína de alto valor biológico, su riqueza en ácidos grasos ω −3 reduce la inflamación crónica, disminuyen la resistencia de insulina y genera beneficios a nivel cardiovascular.
Otros alimentos indispensables son las verduras y hortalizas de temporada, las frutas de distintos colores y el aceite de oliva como aderezo. Los lácteos son consumidos diariamente aportando la cantidad de Vitamina D necesaria (debido a nuestro clima no podemos obtenerla siempre del sol) y enriquecen nuestra microbiota.
El consumo moderado de carne también contribuye a disminuir la cantidad de ácidos grasos saturados contribuyendo a mejorar nuestro perfil lipídico y a prevenir que la grasa y el colesterol se acumule en las paredes de nuestros vasos sanguíneos. Al igual que su vecina (la Dieta Mediterránea), la Dieta Atlántica favorece la prevención de las enfermedades cardiacas, al evitar la formación de la placa de ateroma. Si no se previene su formación, la placa puede estrechar los vasos sanguíneos y causar problemas en todo el cuerpo. Si una arteria resulta obstruida, esto puede llevar a que se presente un accidente cerebrovascular.
Como vemos, los ingredientes que componen la Dieta Atlántica constituyen una importante fuente de nutrientes indispensables para el organismo (macronutrientes, vitaminas, minerales, etc.). Los métodos utilizados en la elaboración de los platos persiguen un cocinado sencillo, controlando el exceso de grasas y evitando la cocción en exceso. Esta forma de preparación garantiza que se mantengan los nutrientes y que los sabores de las elaboraciones deslumbren a los comensales.
Desde hace unos años parece que se ha puesto de moda la Dieta Atlántica. Sin embargo, esta no es nada nuevo… ¡Es una dieta que ya seguían nuestras abuelas gallegas y portuguesas desde hace mucho!. La Dieta Atlántica ha permanecido en secreto para el mundo hasta hace poco, pero se lleva siguiendo durante siglos en algunos países: España (específicamente Galicia, Cantabria y País Vasco), Portugal, la Bretaña Francesa y el Reino Unido (concretamente la península de Cornualles, Gales, Escocia e Irlanda).
La promoción de su consumo por parte de instituciones y comunidades científicas ha cobrado importancia debido a que se han dado cuenta de que la Dieta Atlántica puede jugar un papel crucial en la prevención y tratamiento de las enfermedades del futuro, relacionadas con el daño cardiovasculares, neurodegenerativo y el cáncer. Una de estas organizaciones es la Fundación Dieta Atlántica, creada por la Universidad de Santiago de Compostela para “fomentar el estudio, la investigación y la difusión de la dieta atlántica para la salud y el bienestar de la población”.
Profesionales de la salud también han alabado sus beneficios y sus diferencias respecto a la Dieta Mediterránea, entre ellos la Dr. Amil López Viéitez de Dieta Coherente. Entre las ventajas, el mayor consumo de pescado puede potenciar el poder antiinflamatorio de la dieta, por lo que puede resultar beneficioso para determinados pacientes, incluido aquellos que quieren bajar de peso.
Como se menciona en el trabajo de Leis Trabazo (2019) la dieta atlántica es saludable, funcional y bioactiva. Este tipo de alimentación sumado a un perfil genético beneficioso y a una actividad física moderada diaria, en gran parte favorecido por nuestro tipo de urbanismo (distribuido en pequeños núcleos rurales), ha contribuido a que tengamos una de las poblaciones más longevas y con una buena calidad de vida.
La adherencia a la dieta atlántica se ha relacionado con la buena salud metabólica y la baja mortalidad coronaria registrada para estas regiones (Calvo-Malvar Mdel, Leis, Benitez-Estevez, Sanchez-Castro, & Gude, 2016). La buena condición muscular y la alta adherencia a la dieta atlántica del sur de Europa (“Seadiet”) se han asociado con varios resultados metabólicos positivos (Agostinis-Sobrinho et al., 2018) y una reducción del riesgo cardiometabólico (Agostinis-Sobrinho et al., 2018).
En esta línea se encuentran las conclusiones del estudio GALIAT. Fue el primer ensayo clínico que examina los efectos de la dieta atlántica sobre la salud metabólica y cardiovascular y la adiposidad. El ensayo incluyó a 250 familias seleccionadas al azar de una ciudad en el noroeste de España, asignadas al azar para seguir una dieta de control (grupo C) o la dieta atlántica (grupo AD) durante un período de 6 meses.
Los resultados mostraron una mejora del perfil lipídico con la dieta atlántica, en concreto del colesterol y LDL-colesterol (el colesterol malo), con la consiguiente disminución de riesgo aterogénico. También se observó una mejoría en parámetros inflamatorios.
Respecto al índice de masa corporal de las familias del grupo de intervención, debemos tener en cuenta que no se realizó una restricción calórica, sino que simplemente se estableció unos hábitos dietéticos saludables. Pese a ello, se observó una reducción del peso, de la adiposidad y de los parámetros bioquímicos relacionados con la grasa corporal en aquellos individuos que siguieron la dieta atlántica (Calvo-Malvar Mdel et al., 2016).
Las conclusiones del trabajo de Agostinis-Sobrinho,C. (2018) fueron similares. Un total de 467 adolescentes portugueses participaron en este estudio transversal. Se calculó su puntuación de riesgo cardiometabólico a partir de la suma de la puntuación de los triglicéridos, la presión arterial sistólica, la relación colesterol total y HDL (colesterol bueno), el índice de resistencia a insulina y la circunferencia de la cintura.
Los adolescentes con baja capacidad muscular y baja adherencia a la Dieta Atlántica tuvieron el perfil cardiovascular más deficiente y las probabilidades más altas de tener una puntuación de riesgo cardiometabólico alta en comparación con aquellos con buena aptitud muscular y alta adherencia a esta dieta.
Estos hallazgos sugieren que la dieta atlántica puede ser la herramienta perfecta para la mejora de la salud y que tiene todos los ingredientes necesarios para prevenir las enfermedades cardiovasculares.
Agostinis-Sobrinho, C., Brand, C., Moreira, C., Lopes, L., Oliveira-Santos, J., Silva, P., et al. (2018). Muscular fitness, southern european atlantic diet and inflammation in adolescents. azorean physical activity and health study II. European Journal of Sport Science, 18(1), 104-111. doi:10.1080/17461391.2017.1394368 [doi]
Calvo-Malvar Mdel, M., Leis, R., Benitez-Estevez, A. J., Sanchez-Castro, J., & Gude, F. (2016). A randomised, family-focused dietary intervention to evaluate the atlantic diet: The GALIAT study protocol. BMC Public Health, 16(1), 820-016-3441-y. doi:10.1186/s12889-016-3441-y [doi]
Fauske, K. R., Bernhard, A., Fjaere, E., Myrmel, L. S., Froyland, L., Kristiansen, K., et al. (2018). Effects of frozen storage on phospholipid content in atlantic cod fillets and the influence on diet-induced obesity in mice. Nutrients, 10(6), 10.3390/nu10060695. doi:E695 [pii]
Leis Trabazo, R., de Lamas Perez, C., Castro Perez, X., & Solla, P. (2019). Atlantic diet. nutrition and gastronomy in galicia. [Dieta atlantica. Nutricion y gastronomia en Galicia] Nutricion Hospitalaria, doi:10.20960/nh.02686 [doi]
Pérez-Castro, T. R., Cuadrado Vives, C., & Muñiz García, J. (2016). Adherencia de la dieta de la población gallega a los patrones de dieta mediterránea y atlántica. Retrieved from edsdnp database.